miércoles, 22 de julio de 2009

La pandilla del camino

Sagrada hora y sagrado invento.
Pares de imperfectos y diminutos ojos admirando al superficial jinete, momentáneo héroe o consentido hijo de magos; haciendo magia también aplicando equilibrio y movimiento, al mismo tiempo, al brillante esqueleto metálico. Lejos quedó el hipnotizante girar del trompo, las desafortunadas caidas de los cometas, el baile del fútbol junto al unísono grito de gloria, gol!, las caminatas en dirección desconocida, costosas colecciones de insectos coloridos olvidadas en un instante, todas las batallas imaginarias que ganaron; el sentido de sus vidas pertenece de hoy en adelante a una desordenada fila.
Soñar es un regalo anónimo, intriga y placer.

Todos y cada uno, de forma circular, son impulsores del gran aparato; en el momento menos pensado la autosuficiencia actúa como las alas de un ave, manteniendo el cuerpo arriba muy arriba.
No está del todo mal bañarse la pierna con el barro que produce la sangre derramada sobre el suelo polvoriento, tampoco está mal recibir una señal, una geométrica marca divina en la cara dibujada con la delicadeza de un hilo fuera de lugar. No.

Conocer el sentido bíblico de la ambición es el siguiente paso, después vendrá la ceguera que lo niega todo, no hay vuelta atrás, es momento de la esclavitud.

Volverán todos los días a la ruta abandonada por el hombre, e irónicamente, en eso se convertirán.

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