jueves, 14 de enero de 2010

Absinth (II)

Mientras observaba los dispersos pedacitos restantes de algo que solía llamarse yo, me sacudía brúscamente los polvorientos sueños, es mi ventana peligrosamente abierta la que me hizo notar que aquellos ojos pintados sobre el nublado cielo de enero me miraban con disimulo, había esperado toda la noche, vigilante, consintiéndome, enredando sus manos en mi pelo; en la suave llovizna que caía sobre mis labios sentí los suyos contener la emoción que le provocaba mi devoción y entrega absoluta; nunca una brisa matutina fue tan cálida como aquella mañana, sólo existíamos para acariciarnos, por esa misma ventana la escuché llamarme, con desenfreno giré, para ver sus huellas desvanecerse, casi sin aire me detuve, cansado de haber circulado la tristeza hasta encontrarla, entendí al fin el mensaje, ¿Cómo llegué aquí?, no reconocí aquel lugar, pero eso ya no importaba, porque una solitaria y lejana ribera me reclamaba como su único habitante, mi medular brújula apuntaba con intensidad a la senda invisible que dejó sobre mi corazón el suyo, un eco de risas y treinta dedos jugueteando sobre la arena de abril es todo mi equipaje; enamorado del (de)lirio más púrpura que he conocido tengo vida que entregar......un camino que compartir......


miércoles, 13 de enero de 2010

Dulces sueños

Que estúpidas palabras acabo de escribir, sólo he logrado que el cansancio se lleve abruptamente lo que más amo; arrebatándome la vida, la única que tengo, y la que quiero abrigar por las noches y besar esperanzado por las mañanas.

Dónde quedó la consideración? La respuesta me hunde más.

Mi frustrado intento por iluminarme con su sonrisa me ha llevado a la inquietante oscuridad del miedo.

Ahora que soy parte de un estante empiezo a sentirme solo y predecible; sin embargo nunca dejaré de recorrer el camino que me has mostrado, aunque esta noche no haga más que lamentarme, ya se vendrá otro día, otro día de perdón y reconciliación; voy a contener la respiración hasta que el sol vuelva a salir.



lunes, 11 de enero de 2010

La tentación del abismo

Perdí mi tercera virtud de forma conmovedora, según cuentan los testigos/complices, pero sin sangre ni estertores no hay tragedia que merezca ser llamada así. Con un pie en la flotante curiosidad y el otro hundiendóse en el monótono fango de los celos, crucé la delgada línea que separa la solitaria unicidad del terrible sentimiento de saberse uno más y reemplazable.

Dentro mío las pequeñas e intermitentes aspiraciones crearon un tempano que se derretía con rapidez, temía que en algún momento me consumiría en mi mismo, sin control.

Aquí estoy a centímetros de ser tan letal como el amor, me dije, y de inmediato sentí que aquel punto de inflexión me daría más sombras que luces, los días que me restaban los pasaría hundido en mi fascinación, ser el dueño de las nubes, poseerlas; ya no puedo verme de otro modo, quiero surcar el cielo, recorrer los insólitos paisajes que me han domesticado ahora; dejar atrás cualquier rastro de tristeza, sacudirme los molestos prejuicios, aspirarlos a cada uno de ellos, ser yo el que decida por dónde andar y cómo hacerlo.

Ví al mundo detenerse, reducirse en pequeños puntos lo que llamamos personas, todo eso, mientras limpiaba mi conciencia pensando que en esencia somos polvo, y es natural sentirnos atraídos a él, en cuanto divisamos su salina formación.

Qué ironía es esa, que me ha hecho presa de los celos, ha sembrado en mí un especial don, me puso toda la atención que necesitaba y ahora me reclama como parte de su ejército de ciegos adoradores del alba, qué ironía es esa que con su toque puritano me ha despojado la inocencia, en un juego de hipersensaciones y aceleración constante.