sábado, 18 de julio de 2009

Árboles que hablan

Don Raúl todas la noches, religiosamente, realizaba la misma procesión a través de los caóticos y silenciosos pasajes de aquel mercado, como si inevitablemente formara parte de ese cuadro de miseria y soledad, de dolor y sangre, y de mucho alcohol y frío.
Se dice que entre la una y dos de la madrugada, y al parecer de manera intencional, en algún punto de aquel inhóspito universo, se genera una concentración de personajes de orígenes definitivamente diversos, pero que sin duda compartirán el mismo guión al final de película; el alcohol actúa como la gravedad, atrayéndoles al núcleo necesitado de calor y tendiendo una mano fraterna, mientras la otra tiene listo el bisturí que extraerá poco a poco y sin dolor el espíritu de cada persona reunida ahí.
De ninguna manera puede tratarse de suicido, aún sabiendo que el primer paso ha sido una decisión propia.

Jorge ha cometido por primera vez un acto de irresponsabilidad, afirmar que tiene la razón.
Y su intervención no pasará desapercibida por sus tan queridos compañeros de clase, una muestra más de la sabiduría y paciencia del ser humano para con los que nacieron un tanto diferentes al resto; se burlarán de él, y hasta es probable que reciba un par insultos, por parte de ese anónimo siempre presente, al salir de clase.
¿Cuántas veces ha sobrevido a los juicios que le hicieron sus difuntos padres, sus hermanos mayores dictadores de su vida, sus profesores aduladores y adulados, y toda la gente que ve en la calle a un intento de hombre?
Si bien el futuro es incierto, para Jorge administrar una improvisada guerra contra el hambre es todavía más incierto, los lentes donados por alguna hipócrita religión que ha perdido su dirección, no sirven de nada en este momento, está ciego de amor propio.
Los gatos callejeros no le ayudan con las ratas invasoras de ese sitio que es su hogar, acabar con ellas según la lógica, su lógica, incluiría acabar con él mismo, lógica y veneno.
De ninguna manera puede tratarse de suicido, aún sabiendo que una combinación así puede ser fatal.

Nicanor cargaba una mochila llena de libros, y estos a su vez abundantes de anotaciones y marcaciones, recupera lo que ha perdido, 'Carpe diem', eso mismo, pasarse horas y horas frente a la pantalla de una computadora, disfrutar cada segundo de esa realidad que le hacía invencible y comandante de un ejercito despiadado, disfrutó como las prostitutas disfrutan de cada nuevo cliente, ya saben lo que sucederá y cuánto tiempo tomará, pero son felices sabiendo que volverán a ganar en el mismo juego de todos los días.
Dejó la pasividad de su habitación para terminar lo que él mismo comenzó hace más de diez años, por voluntad propia, es díficil, ver los jóvenes rostros de aspirantes a jefes de él, no lo soporta, por las noches no dejaba de pensar en cómo cambiar el orden de las cosas, vivir y luego respirar? envejecer y después trabajar? fantasear y posteriormente estudiar?.
Es tarde ya, sin hacer ruido entró al baño, y se afeitó la creciente barba que delataba su verdadera edad, esa edad que sus ojos parecen haber olvidado porque reflejan una juventud curiosa por entender de cerca como empezar el viaje. Verse morir es un placer tan intímo que no me atrevo a imaginarlo, eso se dice mientras desvía el curso normal de la sangre de su cuerpo.
De ninguna manera puede tratarse de suicido, aún sabiendo que las hojas de afeitar siempre están sedientas de la savia dulce que brota del árbol caído.

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