Que extraño presentimiento el de hoy, me desperté queriendo saber que está haciendo ella, y no hay forma de saberlo.
Es hoy o es ayer? Ya no creo en el reloj colgado de la pared, parece desconfiar del tiempo. Ella.
Pienso en ella, no, no puede ser, los indomables perros callejeros inician su diario alboroto matutino, y esa bicicleta heredada desde hace casí tres generaciones, se han encargado de alejarla violentamente de mi cabeza.
Si tan sólo pudiese amasar y dar forma a mi destino, cualquier forma; pero mi forma al final, inverosímiles, atrevidas, infantiles o serias, le doy mil formas a esta mezcla de harina, agua y sal a gusto.
Aquí está prohibido confundir el croissant con un volante de auto, imposible imaginar que recorro el interminable desierto escuchando la misma canción, una y otra vez, y ver a lo lejos una boa que danza y una majestuosa indígena decirme 'Puedes quedarte a dormir aquí, conmigo'.
El pan francés no es un gigante porro, y no son graciosas las fálicas formas que le doy.
Los efectos de los hongos microscópicos surten efecto, los sueños se inflan ridículamente, ahora no sólo me veo afuera, estoy sintiendo el sofocante calor del trópico, el inmisericorde frío andino, la soledad de la playa, la humedad de sus labios y cada uno de los orgásmicos silencios que me regaló.
Hornos, música, moldes, piel, sal, movimiento, centeno, fuego y fermentación, amasar todo por espacio de 3 horas y salir de inmediato, de seguro esto explotará.
El primer tiempo terminó, la gente no me sonríe por amabilidad, sonríe por el reflejo de aventura en mis ojos, por las quijotescas batallas que quiero vivir, y, casi lo olvido, por la bicicleta.
Fotografía: http://www.flickr.com/photos/laiv/
Sumergible
Hace 4 años