martes, 1 de diciembre de 2009

No digas nada

Una dubitación, maldita duda! Tienes la suficiente fuerza para anclarme en tierra con mis propios huesos y expulsar mi alma, en sábanas manchadas de sangre, sangre que no es mía.
Ya no quiero ver las huellas del asesino y ser un voyerista más en esta macabra escena. Retrocederé. Dejaré de sentir peligro bajo el manto de la tierra mojada, refugiado de las sombras que amenazan con llevarse a mi familia.
Si me pones en duda, desconfías de tí también, y esa, es la corona sobre esta cruz.
Escribe sobre mi piel tu nombre, no quiero olvidarme de tí jamás; toma la reluciente pala y entierra el glorioso pasado junto a las miserables dudas.
Deberíamos brillar ahora...para siempre.

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