viernes, 16 de abril de 2010

Paseando por Roma

Aún mi corazón permanece intacto.
Es mentira porque tú, en mi vida, eres el Midas de las emociones, lo que era mío ya no existe más; has dividido el núcleo hasta en tres partes, la del niño que se divierte, ríe y pasa el tiempo entre tus faldas besándote, la del adulto que te despoja de esa falda y jadea oculto entre tu espalda y cabello, nadando, buscando y manejando el pulso de tu divina puerta con los ojos, la del anciano y casi ciego hombre que espera de vos sólo tu compañía, matutina, fiel y consentida.

Ahora el muchachito caprichoso, en ésta tarde de sol, te ruega salir al patio a construir una colina, sin importar nada más que tus manos sobre las de él, y tus trenzas tentando a la nariz cantante; su timidez le prohibe llorar cuando te vayas, en cambio esa timidez desaparece cuando te habla de sus conquistas pasadas e inocentes, de las flores y cartas que deja bajo tu puerta al terminar el día; serán el sol, los dulces, chocolates y el vértigo que produce tu sonrisa, lo que impulse el triciclo sobre la explanada del tiempo.

El hombre mirando el horizonte sabe que ésta noche nada terminará en el punto donde comenzó y se habla a si mismo; un desierto puede convertirse en el húmedo y reconfortante paraje del alma, sólo se necesita confiar en la luz de una vela; que el roce de la piel signifique más que ardores incontrolables, que el viaje se haga acompañado sin la necesidad de abrir los ojos y mirar lo que ya hemos visto en las caricias de aquella unión; que redescrubramos siempre atentos el paisaje de lo imposible; palabras, música y color; temblores, amor y belleza, quién sabe si sobreviva al fuego que desencadenan tus silencios y tu entrecortada respiración.

Como se bebe un buen trago de aquella lejana agua, pacientemente te verá dormir, aprendió a tranformar sus conmociones más intensas en centelleantes sonrisas, cuando despiertes frente a él. El llegar entero, con frescura e inspiración, hasta éste amanecer se debe a la redención yacente, y soñadora, sobre una nube, sobre su cama. Certeza ha sido la primera palabra que le regaló, y hoy, al verla como ayer y mañana, vuelve a sentir como el calor de su pecho se adhiere a la hoguera que le dió vida, como ese río salvaje vuelve a su manantial calmo, a ella, descansando, para comenzar de nuevo, más allá del fin.

1 comentario:

Roberto Ö. dijo...

Nada más para decir, sólo hasta mañana. Oh que buen tema, a mi parecer el mejor de Soda. Un relato nostalgico no? incluyendo tintes oscuros. Mmm esa mente tuya está en el lado oscuro